Ojalá tu estrella susurre en mi cielo by Edurne Cadelo

Ojalá tu estrella susurre en mi cielo by Edurne Cadelo

autor:Edurne Cadelo
La lengua: spa
Format: mobi, epub
publicado: 2023-08-23T22:00:00+00:00


21

De primera vez a segunda

BRUNO

—Entonces, nos aprenderemos juntos, Le —digo, y Leah se abalanza sobre mi boca.

El beso es más lento que los anteriores y nuestros cuerpos están tan pegados que forman una sola pieza. Un todo. Me sudan las manos y estoy nervioso. Muy nervioso. No sé si voy a poder aguantar esta presión que me he autoimpuesto. Es mi primera vez, sí, después de ella. Nuestras respiraciones agitadas componen una nueva melodía, desconocida y bastante arrítmica.

—Bruno… —Pronuncia mi nombre sobre mis labios y cuela su mano entre los dos para posarla en mi pecho—. Ey, ¿estás bien? Te va a mil por hora.

—Lo sé. ¿Te extraña? Porque estoy de los nervios, Leah —me sincero, y ella sonríe sin dejar de besarme. Da un pequeño salto para enroscar sus infinitas piernas alrededor de mi cintura y me susurra en el oído el estribillo de Nervous, de John Legend y Sebastián Yatra, para destensarme, confesándome que ella está igual.

—Estamos juntos en esto, Bruno. No tiene que ser perfecto, solo bonito y divertido.

La sujeto por el trasero y, despacio, la poso sobre el colchón. La única barrera que separa nuestros sexos es la tela de nuestra ropa interior. Me coloco encima de ella, aguantando mi peso con los codos para no aplastarla. Nos mantenemos la mirada, con nuestras bocas a un milímetro de distancia, en silencio, durante unos segundos que me parecen interminables.

—No me canso de mirarte. —Rompo el silencio.

—Me encanta que lo hagas. Porque me ves, Bruno, y no todo el mundo lo hace. —Cierra los ojos mientras nos besamos y nos perdemos. El uno en el otro, dejándonos llevar.

Mis labios descienden desde su boca hasta su estómago, dejando mi huella. Ella se agarra a la colcha y se retuerce debajo de mi cuerpo, así que me envalentono, porque debo de ir bien. Jugueteo con el piercing de su ombligo y ella eleva las caderas para que le quite el tanga. Niego con la cabeza, y me limito a separar sus rodillas para seguir lamiendo la cara interna de sus muslos.

—Bruno… —jadea.

Mis labios están posados sobre el borde de su tanga, y en el juego también incluyo la punta de mi nariz. La acaricio, esquivando el centro de su sexo aposta.

—Has dicho que querías que fuera divertido.

—Pero no solo para uno —protesta.

Me río y ella, acelerada, se remueve para alcanzar el elástico de mi bóxer. Con cierta habilidad consigue bajármelo. Cuando mi erección se posa encima de su pelvis, me la sujeta con garra y empieza a masturbarme, esta vez más despacio. De arriba abajo. De abajo arriba. Cuando aumenta el ritmo y experimento un millón de sensaciones placenteras a la vez, para.

—Leah…

—Esto también es divertido, ¿no?

—Solo a medias. —Tiro de su tanga con fuerza, incluso oímos la tela rasgarse, y las risas inundan la habitación.

Me estiro para coger un condón de la mesita y ella me lo quita de las manos para sacarlo del envoltorio y ponérmelo.

—¿Tienes prisa? —le pregunto.

—Solo a medias —me parafrasea antes de mirarme con mucha más intensidad que antes.



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